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LA GUERRA INTERMINABLE

Fernando Vázquez Rigada

 

El tema que más angustia a las familias mexicanas sobre el país es la terrible inseguridad.

 

México vive una orgía de violencia. Atemoriza. Consume. Desplaza.

 

Morena llegó al poder con la promesa explícita de que el país se pacificaría en 6 meses. Prometió una nueva estrategia que se basaba en 4 pilares: regresar a los militares a los cuarteles; abrazos, no balazos; atacar la raíz de la causa del crimen (la desigualdad) y no detener a capos.

 

Morena incumplió (casi) todo.

 

El presidente pidió al Congreso la creación de una Guardia Nacional con efectivos militares que el Congreso le aprobó bajo la condición que, al término de su mandato, pasara a ser civil en un proceso gradual de sustitución de 5 años.

 

No pacificó al país. Al contrario. La violencia se intensificó y se amplificó. Hoy los cárteles intentan controlar actividades productivas, transporte público, mercados. Ejecutan a autoridades y candidatos. Operan abiertamente en los procesos electorales.

 

Los abrazos son obligados para las fuerzas armadas, no para el crimen.

 

La atención a las causas profundas, como la pobreza, no han funcionado: ésta crece, el ingreso de la mayoría ha disminuido y la generación de empleo es insuficiente.

 

En efecto, no se detiene a capos, produciendo una metástasis y la sospecha de una asociación.

 

Salvo esos elementos, el modelo es el mismo que utilizó Felipe Calderón: basarse en las fuerzas armadas como eje del combate al crimen. Hay otros, sin embargo: se ha desmantelado a las policías municipales, debilitado a las estatales y desaparecido a las federales.

 

El presidente cambió de opinión y ya no sostiene su promesa de regresar a los militares a los cuarteles. Ahora quiere perpetuar el mismo modelo que se aplica desde el 2006.

 

Esto tiene dos inconvenientes. Ambos peligrosos.

 

El primero es que viola la Constitución; el segundo es que el modelo no sirve.

 

Si el presidente quiere mantener a las fuerzas armadas como eje de su modelo, es su decisión. Incongruencias aparte, es debatible, pero válido. El problema es que para ello debe reformar la Constitución, y no puede. Perdió esa posibilidad en la elección intermedia. Autócrata, opta por un fraude a la ley. Manda a sus lacayos a aprobar una ley secundaria.

 

Grave.

 

Sin resultados y limitado intelectualmente, López Obrador ahora se desvive por continuar lo que su némesis —Felipe Calderón— ideó: seguir con la guerra al crimen con las fuerzas armadas.

 

Significa perpetuar el fracaso.

 

Desde el 2006, han ejecutado a 408 mil mexicanos. Hay, además, 105 mil desaparecidos.

 

Este sexenio será el más sangriento de la historia: Ya hay más muertos que en todo el sexenio de Calderón y este año se sobrepasará la totalidad de los de Peña.

 

Otro dato: las zonas más violentas registran mayor número de efectivos de la Guardia Nacional. Conclusión: su presencia no basta.

 

El problema no son las fuerzas armadas: es el modelo. Ellos obedecen. Las órdenes son las fallidas. Ni hablar del Jefe Supremo: nada más nocivo que un incompetente.

 

Las decisiones recientes fueron funestas: se destrozó la comunidad de inteligencia. Los bancos de información se fragmentaron. Se redujo 90% la capacidad de investigación federal. No hay ya carrera policial federal.

 

La guardia patrulla, no investiga. Persigue, no previene. No se molesta a capos.

 

Lo que requiere México es un nuevo modelo de combate a la inseguridad, no constitucionalizar la guerra interminable. Hacerlo, desnuda: Calderón comenzó esta guerra sin diagnóstico. López Obrador la continúa sin ideas.

 

Los lords Moléculas difunden: AMLO reforma la ley para que la SCJN resuelva. Falso: viola conscientemente la Constitución. Hoy no se puede retirar a las fuerzas armadas, alegan. Claro: no se hizo en 5 años para cumplir con el mandato legal.

 

El daño al país será prolongado y terrible. Si logra imponer su capricho, AMLO pasará a la historia como el gestor de una nueva Guerra de Treinta Años.

 

¿Qué pasará si perdemos?

 

¿Y si ganamos?

 

El problema no es sacar a la tropa a la calle: es volverla a meter en los cuarteles.

 

Lo ignoran, pero alguien debería informar a la plaga bulliciosa de Hamelin la máxima de Talleyrand: las bayonetas sirven para muchas cosas, salvo para sentarse en ellas.

 

@fvazquezrig

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