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LA ¿RENOVACIÓN? DEL PRI

12/12/2010

El PRI arrancará la renovación de su dirigencia nacional el próximo lunes. Con ello, da el banderazo de arranque a la campaña que deberá conducirlo al asalto final a Los Pinos en el año 2012.

Habría que hacer varias consideraciones al respecto. El PRI es el partido mejor posicionado del país. Tiene al precandidato que posee mayor aceptación. Cuenta con la estructura política más poderosa de la República. Eso, ¿Basta?

Hoy por hoy, todas las encuestas nacionales (pese a su descrédito) le otorgan un indiscutible primer lugar en las preferencias electorales. Lo hacen como partido, revelando que la marca tricolor tiene algún aprecio en la sociedad pero se incrementan exponencialmente cuando se les pone un nombre específico junto: Enrique Peña Nieto. Mientras que el PRI obtiene por sí mismo alrededor del 27% como partido, su preferencia se desborda a más de 40% con Peña.

El viejo Partido de la Revolución tiene, así, marca y candidato. Además, el PRI es mayoría en la Cámara de Diputados Federal, primera minoría en el Senado, controla 19 Gobiernos Estatales y 23 Congresos Locales. Gobierna alrededor de un millar de Municipios. Esa estructura le permite tener un poderoso anclaje en el electorado y una fuente nada despreciable de financiamiento.

Pero pese a los números, el PRI puede estar frente a un espejismo: el espejismo de que el 2012 está resuelto. Ninguna elección se resuelve de antemano y, mucho menos, la Presidencia de México.

El PRI enfrentará su primer reto mayúsculo el lunes. Al renovar su dirigencia, el partido debe evadir el drama de la fractura, la traición o la simulación. Una buena dirigencia, imparcial, sin aspiraciones propias, es un paso imprescindible para evitar que el PRI enfrente en 2012 a su peor enemigo: el PRI. La escisión de Roberto Madrazo en 2000 y del grupo TUCOM en 2006 fueron factores de peso, aunque no únicos, para explicar sus derrotas federales.

Tener una dirigencia de unidad y, más importante, que la preserve, resulta esencial. Humberto Moreira posee un buen perfil, combativo, joven y experimentado, para conducir la guerra electoral. Habrá que ver si también tiene la sagacidad, la independencia y la credibilidad para conducir la paz interna.

Peña Nieto enfrentará un desafío mayúsculo: su propia sucesión. Ahí se perfila una alianza de amplio espectro que puede resultar letal si el PRI comete errores. Las encuestas no sólo revelan que Peña es un candidato Presidencial muy poderoso: indican también que es el único príista que genera un desequilibrio en la contienda del 2012. Manlio Fabio Beltrones y Beatriz Paredes en la boleta son derrotables. Vencer a Peña en su tierra es dislocar su mito de invencibilidad. Dañar su reputación, provocarle una hemorragia, puede ser veneno para su futuro.

Lo más importante, con todo, siguen siendo las cuestiones de fondo. Es posible que el actual posicionamiento del PRI se lo deba al PAN y al PRD y no a méritos propios. Me explico: la fortaleza del PRI es una consecuencia no de su buen trabajo para reconquistar la credibilidad ciudadana sino como beneficiario del poder frívolo e inútil que ha ejercido el PAN en la Presidencia y de la intransigencia y fractura de las izquierdas. En buena medida, el PRI está donde está no por amor, sino por decepción o por desprecio.

El gran logro del PRI ha sido no cometer errores. Eso no bastará en lo sucesivo. Basarse en los poderes locales como estrategia hace sentido, pero es riesgoso. Muchos Gobernadores no han logrado penetrar en el imaginario colectivo y otros han sido, simple y llanamente, desastrosos. Por lo mismo, muchas personas no ven en el regreso del PRI un augurio de cambio y renovación, sino de regresión.

La carencia de un nuevo proyecto nacional, de una visión modernizante con elementos de justicia social y de compromisos claros con valores que se arraigan en los ciudadanos independientes como transparencia, honestidad, sustentabilidad, tolerancia, no aparecen en ninguna parte de sus programas nacionales. La gran debilidad estratégica del partido reside en sus ausencias.

No existe un proyecto que unifique su oferta electoral y que recupere el sentido de Estado para el país. No se avizora, tampoco, el surgimiento de una corriente poderosa que promueva la ubicación de estos valores dentro del espectro ideológico del partido.

Apostarle todo a una estructura operativa es caro y es riesgoso. El PAN poseerá más recursos en 2012 que el PRI y, decía José Alfredo, el cariño comprado no sabe ser fiel. Jugársela a morir con el poder de la imagen puede, en este México extraño, funcionar. Pero, ¿y después?

Con los impulsores de triunfo que posee el PRI, más valdría que su consejo promoviera eso: un amplio diálogo que nutriera de ideas independientes su oferta, que recuerde que el ciudadano sin partido es mayoría calificada en los comicios y que en política no hay nada más riesgoso que apostarle al olvido

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