Fernando Vázquez Rigada
Donald Rumsfeld, ex secretario de la defensa de Estados Unidos, ha reflexionado que existen tres tipos de hechos. Lo que sabemos que sabemos. Lo que sabemos que no sabemos. Y lo que no sabemos que no sabemos. Hechos que ocurren, pero que no tenemos indicios de que que existan. Acontecimientos que no vemos, que no entendemos, cuya existencia ignoramos pero, fatalmente, existen.
Algo ocurre en México. Grave. Consternante.
Sabemos que las cosas no van bien. Que hay errores serios. Que la economía no despega. Que la coyuntura internacional desfiguró una parte de las reformas (de ahí el fracaso de la ronda uno) y que la corrupción está hundiendo a esta administración.
Sabemos que no sabemos cuándo, en qué momento, ni en qué magnitud, la FED va a subir las tasas de interés, pero sabemos que eso traerá un tema grave a la economía mexicana. Sabemos que no sabemos porqué el presidente se resiste a cambiar a su gabinete, ni cuál es el proceso de toma de decisiones que ha resultado fallido.
Pero, ¿qué es lo que no sabemos que no sabemos?
¿Por qué un gobierno exitoso, ordenado, eficiente, como fue durante dieciocho meses el de Enrique Peña Nieto, de pronto se desdibuja, hasta convertirse en su propia caricatura?
Peña tuvo un arranque ejemplar. Propuso un nuevo modelo de comunicación. Articuló el Pacto por México. Supo sumar los votos para reformar la constitución que se habían regateado a tres presidentes. Pasó las reformas más importantes de las últimas dos décadas.
Fue el gobierno que anunció la ampliación, a tres veces su capacidad, del puerto de Veracruz. El que construirá, sin conflictos sociales, un nuevo mega aeropuerto en la Ciudad de México. El que anunció la construcción de trenes rápidos, sin mucha lógica de negocio, pero con gran hambre de grandeza.
Recuperó la autoridad y mostró reflejos de poder. Encarceló a Elba Esther Gordillo y negoció, amedrentó y chantajeó al SNTE. Dobló al grupo México tras el desastre natural del derrame tóxico en Sonora. Impuso una reforma de telecomunicaciones a poderes fácticos. Dobló y exhibió al gobernador Padrés cuando pretendió desafiar al poder federal. Desactivó el movimiento del Politécnico, el secretario de Gobernación enfrentando, literal, una tormenta.
El gobierno que, sin enfrentamientos, detuvo a los capos más sanguinarios del hampa en unos meses: al Z 40, a Plancarte, a la Tuta, a Vicente Carrillo Fuentes, al Chapo.
En momentos críticos, demostró agilidad y pertinencia, particularmente cuando un huracán entró en Acapulco. Bien o mal, intervino Michoacán para rescatar a ese estado del desastre.
Se puede o no estar de acuerdo con el rumbo que el presidente había impuesto al país. Lo que no cabía duda era que había un gobierno ordenado, con un mapa de navegación establecido y que, sobre todo, tenía ambición de poder.
¿Qué pasó?
Es este mismo gobierno que permite que un grupúsculo, la CNTE, se expanda a medio territorio, lo desafíe y lo derrote en la reforma de reformas: la educativa. El mismo que se pasma ante una crisis de Ayotzinapa. El mismo que se desarticula ante los escándalos de corrupción. Que se sumerge en la frivolidad. Que titubea, que se echa para atrás, que ya no está en retirada, sino en desbandada.
¿En dónde quedó aquella organización? ¿En donde el oficio político? ¿Cuando se extravió la experiencia?
El oprobio ante la fuga del Chapo es mayúsculo. Todo se le puede perdonar a un hombre de poder, menos el rídiculo. la cadena de errores movería a risa, si no fuera tan trágica.
El enemigo público número uno de la sociedad es capaz de tomar el control de un penal de máxima seguridad. Hacer un túnel de kilómetro y medio. lograr que no se le cambie de celda en 18 meses. Montarse en una moto y huir.
Dos días después, los tweets de sus hijos aparecen en columnas de todos los medios nacionales. Nadie los encontró por investigación periódistica: alguien los puso ahí.
El discurso público acuñado desde ese fatídico sábado, hasta hoy, ha hecho del Chapo una leyenda. Burló todas las medidas de seguridad, la más alta tecnología, la más sofisticada vigilancia. Si todo funcionó como debería, el Chapo es ya un ícono de inventiva, creatividad, sagacidad y poder.
La CNTE se atreve a desafiar abiertamente al gobierno e impide la evaluación en, casi, tres estados.
¿Qué ocurre?
Es el mismo gabinete. Sigue la misma experiencia acumulada. Ex gobernadores. Ex coordinadores de bancadas. Ex senadores, ex diputados.
¿Llegaron a su principio de Peter? ¿Llevan prácticamente un año aturdidos? ¿Son incapaces? ¿Impreparados?
O, por el contrario, ¿sucede algo superior a ellos? ¿Acaso hay fuerzas que finalmente han doblado al gran Leviatán? ¿La suma de intereses afectados por las reformas fue incontrolable?
Hay dos teorías. O los que manejaron el impecable arranque de sexenio dieron de sí, de manera colectiva y simultánea, o algo muy grave ocurre en México.
Algo que no sabemos que no sabemos.
@fvazquezrig
1 Comment
Todo al inicio fue tan solo una mascada que tapaba la realidad. Es un gobierno corrupto, intolerante, represivo. Como se les dice a los niños, todas las mentiras tarde o temprano se saben. Fatalmente para él, sus mentiras salieron a flote muy temprano. Enriquesimiento ilícito, inoperancia, deslealtad al pueblo mexicano. ¿18 meses exitosos? El tiempo demostró que no lo fueron. La pregunta es ¿Qué pasará en el tiempo que le queda?