REACOMODO O CAMBIO
agosto 31, 2015
LOS TRES MÉXICOS
septiembre 21, 2015

LOS CORRUPTOS

Fernando Vázquez Rigada

 

Los corruptos, como los caciques, duran hasta que el pueblo quiere. La condena original fue pronunciada por el último presidente mexiquense antes de Enrique Peña Nieto: Adolfo López Mateos. La hizo en San Luis Potosí, lo que marcó el inicio del fin del reinado de terror y abuso de Gonzalo N. Santos.

La movilización social y la acción jurídica de las instituciones guatemaltecas sacudieron la conciencia global sobre el poder de la sociedad en la era del desencanto político.

Se ha dicho hasta el cansancio: en política no hay vacíos. Alguien los llena. Cuando una sociedad se desmoviliza, el vacío que produce lo llena el establishment. Esa suerte de oligarquía deriva en la costumbre del atropello.

Los que ocurrió en Guatemala es una suerte de renacimiento cívico. Anclado en una institución internacional, se activaron los resortes de una frágil democracia que, pese a todo, fue capaz de sobreponerse a las barreras supuestamente infranqueables del poder. Cayeron funcionarios. Se encarceló a la vicepresidenta. Se forzó la renuncia y posterior reclusión del presidente en funciones.

En México, la corrupción es un mal endémico. No es un fenómeno cultural. Es producto de un sistema viciado.

La elite de poder –que no sólo política- da por sentado que este es un país que sólo funciona con ellos: a través del aceite del dinero sucio que mueve la maquinaria institucional. De la costumbre del cochupo. Del arreglo oscuro. Del moche. Así, se fugan miles de millones de pesos cada año.

¿Cuánto?, México, ¿Cómo vamos? Lo calcula en 341 mil millones de pesos: 2% del PIB.

Eso es casi tres veces el presupuesto de la Secretaría de Desarrollo Social.

La perversión de la democracia nos conduje, recuerda Bovero, a la Kakistocracia: el gobierno de los peores. Ahí donde reina un alcalde que sólo sabe dar cuauhtemiñas. A llevar a la tribuna del congreso a la corcholata. A que el Bronco declare, sin generar estupor, que será el primer gobernador Facebook de la historia de la humanidad. La erosión del prestigio de lo público ha hecho que lleguen, en muchos casos, los peores. Si la carencia de intelecto de esta gama de políticos es lamentable, no es la peor. La peor ausencia es otra: la moral.

Las ciudades del país son la radiografía de la corrupción. En calles destrozadas. En avenidas cacarizas, rebosantes de baches. En puentes que colapsan. En drenajes inservibles. La calidad de la obra disminuye para satisfacer la demanda de la mordida. Tómese el siguiente dato: este año se habrán gastado 12 mil millones de pesos en infraestructura educativa. El próximo, 7 mil, a través de bonos. 19 mil millones de pesos no han bastado para dignificar escuelas. Niños que toman clase a la intemperie. 44 mil escuelas no tienen drenaje. 3, 481 con pisos de tierra. 23 mil sin baño. ¿Es posible está desfiguración con tantos recursos invertidos? Difícil explicar el rezago, a no ser porque hubo desvíos descomunales.

Quizá sólo haya algo peor que esta corrupción desbordante: su aceptación pública como algo inevitable.

En una declaración que debía haber movido al bochorno nacional, el nuevo embajador en EU dice que las empresas que invierten aquí ya dan por descontado que tendrán que pagar a funcionarios corruptos. No hay, pues, problema. Está incluido en sus costos: una barbaridad.

Estos años, gracias a este proceso de degradación de la política y al cinismo rampante han convertido la corrupción en algo más: una arrogancia desafiante.

Con la salvedad de la era de José de López Portillo, nunca se había visto este grado de desfachatez en los corruptos. En una sociedad que, por un lado, premia la acumulación y, por otro, es indiferente a la miseria de la mayoría, el corrupto ya no esconde su riqueza: la ostenta. Nunca se había visto el grado de arrogancia actual de servidores públicos de todas las raleas haciendo patente su riqueza abusiva y explicable sólo en un contexto de absoluta impunidad.

La cuerda de la corrupción se enreda en todos los partidos, en los sindicatos, en las iglesias, en las cámaras empresariales, en los medios.

Llegará el momento, sin embargo, en que esta prepotencia dé de sí. No es sostenible en un país en donde el 80% de la población tiene alguna vulnerabilidad. Donde 55 millones de mexicanos son pobres. Donde 11 millones no tienen para comer. Donde 70 de cada 100 hogares gana menos de 12 mil pesos mensuales.

Ahí: en ese cuerpo social, la corrupción se convierte en una inmoralidad y su ostentación en una ofensa.

Guatemala alerta: un cambio es posible. No depende de ellos, sino de nosotros. Los corruptos, como los caciques, duran hasta que el pueblo quiere.

 

@fvazquezrig

Comentarios

comentarios

1 Comment

  1. La auténtica repartición de la riqueza !
    Jajajajaj
    Ladrones todos

    El estado y sus políticos es el crimen organizado

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