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LOS TRES MÉXICOS

Fernando Vázquez Rigada

 

El estado mexicano enfrenta una sangría de credibilidad que amenaza consumirlo. Medias verdades, mentiras totales. Desinformación. Cinismo.

La crisis política más aguda que enfrenta el estado en todos sus niveles es la absoluta incredulidad pública.

¿Es posible gobernar sin respaldo, sin inspirar, sin convocar a esfuerzos colectivos para resolver desafíos de gran magnitud?

Es posible, pero basándose cada vez menos en instrumentos democráticos. Habría por tanto, que recordar a Talleyrand: las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse en ellas.

La clase política ha optado por refugiarse en sí misma en un discurso vacío, sin asidero en la realidad. Por eso la confianza, sedimento insustituíble del capital social, se evapora.

De la resolución del conflicto de interés de funcionarios federales en la adquisición de mansiones a la herida abierta de Ayotzinapa, el discurso público está hueco, sin elementos de verosimilitud y, por tanto, es incapaz de conectar con el temperamento público.

¿Alguien puede creer que el secretario de Comunicaciones y Transportes no está coludido con OHL?

¿Alguien sigue pensando que la propuesta de presupuesto es, como se prometió ad nauseam, uno base cero?

¿Se escuchó una sola autocrítica del perredismo sobre su lamentable ejercicio de poder en Guerrero en su tan sonado congreso refundacional?

¿Ha habido alguna acción puntual de la nueva dirigencia panista para castigar la corrupción interna de sus antecesores?

¿Algún ser humano cree en la sensibilidad social de Manuel Velasco, en la eficiencia de Eruviel Avila, en la probidad de Guillermo Padrés, en la competencia de Javier Duarte, en la independencia del Bronco?

El discurso público en México no requiere un análisis, sino una autopsia.

En su más reciente número, The Economist habla de la existencia de dos Méxicos. Se equivoca. No son dos, sino tres. El México moderno y competitivo. El México del hambre y el rezago. Y el tercer México: el México allende México: los doce millones que viven en Estados Unidos y que, son, en sí mismos, un país de dimensión demográfica superior a cualquier país centroamericano, con la excepción de Guatemala.

Los países, no olvidarlo, se parten cuando pierden los vínculos comunes, los lazos sentimentales, las aspiraciones de convivencia.

¿Cómo hermanar a estos tres países, cada vez más alejados y envenenados de desconfianza?

El punto de partida es recuperar la confianza de la sociedad hacia el poder público.

Mientras no haya una profunda reforma en la ética pública del país, una recuperación cívica y una unidad en torno a la decencia, nada cambiará.

El viejo paradigma Goebbeliano de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad ha dejado de tener vigencia. Era cierto en un régimen totalitario. No puede serlo en una sociedad abierta, informada e interconectada.

La gente piensa. Analiza. Sabe quién miente.

Algo que la clase política no ha querido entender.

Repetir ad perpetuam que no hay conflictos de interés no los elimina. Decir que se es honesto sin serlo no borra la mancha viscosa de la corrupción. Informar para desinformar no genera credibilidad.

Si queremos cambiar a México debemos recuperar, primero, la confianza pública para construir, a partir de ahí, un nuevo capital social.

La palabra sólo ancla si se acompaña de hechos y de ejemplos.

Y una nueva ética pública en México requiere volver a la mujer del César: serlo y parecerlo.

 

@fvazquezrig

Comentarios

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2 Comments

  1. Ana Vazquez dice:

    Definitivamente Lic. Fernando, el gobierno cae en su propio juego, cree que sigue engañando al pueblo, y lo peor es que cae y cree en sus propias mentiras. Mientras no entiendan que eso ya no aplica, esto no cambiará; he allí donde veo el hueco de ese silencio. La sociedad ya no cree, tiene que haber un cambio de raíz. Saludos y felicidades, me gustó mucho su comentario.

  2. Me parecen muy acertados sus comentarios. El Gobierno a abierto una brecha muy grande entre los que tienen y los que nada, y no se pueden aplicar políticas económicas y sociales sin perjudicar a los que sobreviven con un salario mínimo miserable, cuando está clase nueva de políticos ricos a costa del erario y hechos en el sistema político mexicano se creen junto con los empresarios los dueños de México. Felicidades.

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