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PARTEAGUAS

FERNANDO VÁZQUEZ RIGADA

Hay acontecimientos que cambian a los países. A sus gobiernos. A sus sociedades. Así es Iguala: hay un antes y un después. Los hechos terribles de esa noche no sólo nos denuncian: nos desnudan.

Ahí, todo falló: los partidos. La inteligencia. Los gobiernos. Las instituciones.

El presidente de la República deberá entenderlo con absoluta claridad. Sin paliativos. Sin excusas. Sin contemplaciones. Su gobierno era uno el jueves 25 de septiembre y otro, completamente diferente, el sábado 27.

No lo supo a tiempo. Algo ocurrió que nubló la vista y privó de su agudo olfato político a sus principales operadores. Había embeleso por los triunfos tempranos del Pacto por México. La historia esperaba a la inscripción de sus nombres. Pero no. La fatalidad se atravesó. El tiempo se perdió: valiosísimo. Irrecuperable.

El jueves 25 el mundo admiraba el arrojo de la administración. El 27, repudiaba su ausencia. El 25 había un gobierno. EL 27, una organización sin objetivos.

El 27 habría sido posible contener una crisis que hoy se desborda. Pero el festejo del 25 lo impidió.

El 26 había una crisis local. El 27 una nacional. El 28 una internacional. Hoy, un callejón sin salida.

Hay, en política, acontecimientos que lo modifican todo. “Game changers” se denominan en inglés: los parteaguas. Los shocks que no cambian las reglas del juego: cambian el juego.

Eso enfrenta Peña. Su cualidad mejor ha sido su pragmatismo. Hoy debe usarlo como nunca antes. Deberá entender que su entorno cambió y que él, por tanto, debe hacer cambiar a su gobierno si quiere salvarlo.

Primero: deberá redefinir sus objetivos. Si comenzó con un esfuerzo de modernización económica, hoy debe enfocarse en la modernización política. Un país sin instituciones termina por no ser país.

Segundo: deberá escuchar. La calle hierve. Hay un reclamo general. Un grito de descontento: no más impunidad, ni abuso, ni corrupción. El presidente deberá entender que la política del cuatismo y el compadrazgo no tienen ya cabida en un país ofendido. En una sociedad lastimada.

Tercero: sus cálculos políticos deberán modificarse. Peña enfrenta la peor crisis de su gobierno con una administración aturdida y con un proceso electoral abierto. El gabinete de arranque ya dio lo que tenía que dar: en sus hombres, en sus métodos, en sus fines. La elección intermedia tendrá que apuntalarse con los mejores cuadros del priismo. No hay espacio para los compromisos ni para el uso de las listas plurinominales para asegurar el regreso de los peores.

La agenda presidencial deberá entender que ya no hay espacio para seguir gobernando bajo el manual de la política tradicional. La única forma de enfrentar una ola de esta magnitud, en estas circunstancias, es montándose en ella.

El presidente tiene varias definiciones encima que le pueden ayudar: reforzar la independencia de la CNDH con la salida del actual Ombudsman. Amarrar la construcción de un Sistema Nacional Anticorrupción como propone el PAN. Reconducir el presupuesto para cerrar las brechas sociales. Blindar un sistema nacional de prevención del delito. Echar a andar la reforma educativa mediante la reconfiguración del modelo educativo mexicano para apuntalar la creación de valores y asegurar la emergencia de liderazgos. Castigar ejemplarmente la malversación de fondos federales. Librarse de mucho del lastre que todavía le acompaña.

El país cambió el 26 de septiembre. El gobierno aún no se ha dado cuenta. Veremos si no es muy tarde.

@fvazquezrig

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