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REELECCIÓN

Fernando Vázquez Rigada

 

La no reelección no es un tema tabú en México: es el amortiguador que da estabilidad a la República.

 

Su inclusión en el ADN nacional se dio como detonante de la Revolución Mexicana, que resolvía el mayor flanco de quiebre de la convivencia política a lo largo de un siglo.

 

La idolatría por la permanencia en el poder llevó a Antonio López de Santa Anna 11 veces a la presidencia, 3 veces a Juárez y 9 a Porfirio Díaz. En el inter, Valentín Gómez Farías ocupó 5 veces la titularidad del ejecutivo, y Nicolás Bravo y Anastasio Bustamante 3 veces cada uno.

 

Díaz, en particular, detentó el poder durante 35 años, de los cuales en 31 fue presidente.

 

La revolución terminó con la reelección legalmente, aunque no formalmente.

 

La intentona de Carranza para dejar a una marioneta, Ignacio Bonillas, pasando por alto las aspiraciones de Álvaro Obregón, produjo su rebelión y llevó al magnicidio del Primer Jefe en Tlaxcalantongo.

 

Las tensiones seguirían. Adolfo de la Huerta ocupó la presidencia interinamente pero quiso volver 4 años después, al concluir el mandato de Obregón. La preferencia de éste por Plutarco Elías Calles detonó su rebelión armada.

 

Concluido el periodo de Calles, Obregón se dejó llevar por la tentación maldita. Ambos reformaron la constitución, tirando a la basura el ideario maderista y permitieron así la reelección de Obregón. No se concretó porque, siendo ya presidente electo, fue asesinado por Francisco León Toral.

 

Sibilino, Calles entendió que era imposible ya la reelección, pero sólo legal. Operó para seguir mandando desde su casa en Chapultepec, imponiendo a 4 presidentes consecutivos, hasta que el último, Lázaro Cárdenas, lo exilió.

 

Fue él, Cárdenas, quien entendió que ya había sido suficiente. Que la ambición en México debe controlarse. Que Madero tenía razón. Que el país sufría por la personalización del poder.

 

Entendió, también, que la República posrevolucionaria sólo podía gobernarse por un presidente fuerte. Fiel a su convicción, puso los cimientos del nuevo sistema político dentro de los cuales uno fue central: todo el poder para un solo hombre, pero sólo por seis años.

 

La no reelección ha seguido hasta nuestros días, aunque no sin amagos de demolición. Miguel Alemán sondeó en diversas esferas la posibilidad de reelegirse. Encontró un escollo insalvable en un mensaje que le envío Lázaro Cárdenas con Gonzalo N. Santos:

 

-La reelección es una locura.

 

Décadas después, Luis Echeverría acarició la idea de un mini maximato. Cercó a su sucesor, José López Portillo, con nombramientos de incondicionales suyos y rivales del nuevo presidente. La intentona duró apenas un año.

Ya en los noventa, Carlos Salinas lanzó globos sonda para calibrar su reelección, mediata o inmediata. Tampoco resultó. Fernando Gutiérrez Barrios tuvo que salir a atajar las versiones y, sobre todo, las reacciones.

 

Eso no ha cambiado. La composición del poder en México nos habla de una pluralidad siempre en competencia. La renovación del poder sexenal abre válvulas de escape a la tensión.

 

Es válido, y hasta sano, para los partidos políticos, poseer vocación de gobierno y no sólo de poder. También, estructurar proyectos de largo aliento.

 

La no reelección alimenta el surgimiento de cuadros dentro de los partidos y la renovación fuera de ellos.

 

No hay que olvidar la historia: la reelección en México termina en sangre.

 

@fvazquezrig

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