La Leyenda
octubre 4, 2013
El Regreso del Peje
octubre 4, 2013

132

28/05/2012

Para entender las posibilidades del movimiento de jóvenes que comienza a hacer erupción en diversas partes del país hay que analizar tres coordenadas: su origen de clase media, su carácter colectivo y su agenda de reforma.

El origen sociodemográfico de este movimiento nutre su relevancia. Hay 27 millones de mexicanos que tienen entre 15 y 29 años. 17%, del padrón del IFE está compuesto por jóvenes de menos de 25 años: muchos votarán por primera vez en una elección presidencial.

Para la mayoría de ellos, su memoria política se remonta del sexenio de Ernesto Zedillo a la fecha. Son, en cierta medida, producto de un país que les garantizó libertad política y un determinado desarrollo democrático. Uno que, pese a todo, no es suficiente. Pese a que han vivido con intensidad dos gobiernos federales, conocen también la actuación de los otros partidos por la vía local: en el Distrito Federal, epicentro de las protestas, han vivido sólo los gobiernos de las izquierdas, y muchos viven en el Estado de México: el bastión más duro del PRI. Cuando hablan de una política pervertida, saben de lo que hablan.

La otra vertiente relevante es su origen de clase media. Los jóvenes se organizan a partir de un evento en una universidad privada, cuando la mayoría de los antecedentes provenían de instituciones públicas, particularmente la UNAM. La clase media ha sido, históricamente, el motor de cambios mayúsculos. Ilustrada, informada y conectada, con recursos y aspiraciones, las clases medias son mayoría en el país y más: son quienes tienen mucho que perder y son quienes tienen mucho por influir.

El segundo aspecto del movimiento es su carácter colectivo. Sin cabezas aún visibles, su conformación responde a los movimientos sociales posmodernos: los que interactúan en la red, poseen una agenda transversal y se retroalimentan mas allá de los espacios geográficos. Se mueven en el ciberespacio. Hablan en tweets. Se movilizan en redes. Poseen sus propios códigos de conducta. Comparten valores comunes como la equidad, la sustentabilidad, el género, la libertad. Eso hace que tengan un potencial de crecimiento exponencial. Si su comunicación y su organización es móvil, también lo es su agenda. Ésta migra a cada tweetazo, se enriquece con cada comentario en la red. El dinamismo del movimiento social posmoderno es lo que da su potencia y originalidad.

Por último, hay que destacar su agenda de reforma. Es un error leer sólo lo explícito en su demanda. El reclamo no es contra un candidato, un partido o una televisora. Es contra un sistema de vida. Bajo sus pronunciamientos subyace la inconformidad por la democracia pervertida. El malestar por un modelo político que no les representa. El hartazgo ante una economía que no les brinda satisfactores ni garantías de porvenir. La indignación por medios a los que se les paga para no informar y para cercenar la expresión.

132 es un viento de oxígeno fresco en un sistema político que se niega a admitir que hay dos formas de enfrentar una ola de indignación: encabezarla o dejarse arrastrar por ella.

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