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AL AÑO DEL CAMBIO

Fernando Vázquez Rigada

 

 

México necesita cambiar. No hay duda. La preocupación, tras un año de la elección federal, no es esa: sino ¿hacia dónde debe hacerlo?

 

La realidad nacional es lastimosa y preocupante.

 

El cambio urge por el peso brutal, lastimoso e indignante, de la realidad.

 

En los trackings de la elección presidencial, el pulso de la nación no dejaba lugar a dudas: 8 de cada 10 mexicanos demandaban un cambio. De ellos, 6 de cada 10 exigían un cambio radical.

 

Fueron a las urnas a votar por eso: una transformación profunda del país.

 

No comprender ese sentimiento, esa urgencia, esa desesperación, es estar totalmente desconectado no de esa indignación, sino de la realidad.

 

¿Por qué querrían los mexicanos un cambio radical?

 

Porque el 10% de la población se lleva casi la mitad de la riqueza mientras 40% de la población vive en pobreza.

 

10 familias se llevan casi el 10% de toda la riqueza nacional.

 

33 millones de personas de origen mexicano viven en Estados Unidos: ¾ partes de la población total de Centroamérica.

 

Porque la violencia ha engullido la vida de 250 mil mexicanos. 17 estados tienen alerta de género. 7 personas desaparecen al día: no mueren ni migran: se esfuman.

 

52 personas de cada 100 viven gracias a un trabajo informal: sin seguridad social, sin pensiones.

 

El país, del 2000 a la fecha, cayó 79 sitios en el índice de corrupción mundial. 79.

 

Los 43 estudiantes de Ayotzinapa fueron quemados, según la verdad histórica, en un basurero. Así: reducidos a basura.

 

En ese drama cotidiano fermentó la urgencia de un gran sismo político que parió a Morena.

 

Andrés Manuel López Obrador es el único líder social del país de alcance nacional. Jugó a la democracia y ganó. Recorrió 12 años el país: escuchó, habló, generó lazos de empatía con millones de mexicanos. Fue perseverante y fue didáctico. Definió con claridad un diagnóstico del país.

 

Pero Morena y su líder, teniendo un buen diagnóstico el país, están prescribiendo un pésimo tratamiento.

 

Los dos pilares centrales de la vida nacional están siendo socavados: el estado de derecho y la educación.

 

La democracia, fruto de años de lucha de la sociedad, está bajo asedio.

 

Se está desmantelando a la administración pública, a la división de poderes y al federalismo.

 

En nombre de la austeridad, se están recortando servicios sociales vitales para el bienestar de las y los mexicanos, en especial dos programas: próspera y el seguro popular.

 

Desde el púlpito de las conferencias mañaneras, se inflama la discordia y la división: mexicanos agrediendo a mexicanos.

 

La militarización de la vida nacional es preocupante: soldados de policías, de patrulla fronteriza, de limpieza de playas, de constructores. La 4T desconoce el consejo de Talleyrand: las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse en ellas.

 

Las inversiones, públicas y privadas, se desploman: las primeras por ineptitud, las segundas por desconfianza. Como resultados, la economía se contrae y el empleo se esfuma. Para suplirlo, se regala dinero, siempre finito: en lugar de crear emprendedores, incubamos una generación de recipientes de dádivas.

 

El pacto con la impunidad, finalmente, vulnera finalmente la promesa más preciada: la de la justicia. No se persiguen capos. Se perdona a corruptos.

 

Un año es una biopsia. México agoniza de yatrogenia: el remedio que desencadena enfermedad.

 

México está cambiando, no hay duda. Pero no para bien.

 

@fvazquezrig

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