Articulos 2013

07/10/2013
Fernando Vázquez Rigada

La política, se sabe, es el arte de lo posible. El nuevo gobierno Federal tuvo un planteamiento estratégico específico: impulsar una apretada agenda de reformas que catalizaran la vida nacional; integrar un gabinete con amplia experiencia política que administrara el proceso de reformas; reconstituir la imagen del país en el exterior y generar una nueva percepción a través de una política de comunicación audaz e innovadora.

El instrumento unificador de la estrategia fue, básicamente, el Pacto por México: un acuerdo para generar acuerdos. Un consenso para el consenso. Una invención política que aterrizara en lo jurídico. Un puente que permitiera romper los impasses que habían detenido al país.

La agenda ha ido cristalizando con resultados diferenciados. Era previsible que las reacciones a las reformas fueran mayúsculas. Por ello, las iniciativas cayeron en cascada pero comenzando con las que contaban con mayores soportes en la opinión pública nacional. Los avances no han sido menores: se tiene una nueva ley de amparo, de telecomunicación, financiera, de techos de endeudamiento. Se tiene aprobado un nuevo marco legal a la educación.

El diseño, sin embargo, falló en anticipar y contener de los grupos magisteriales más virulentos, hasta que se enquistaron en la capital, en Oaxaca, en Guerrero, Chiapas y en Veracruz. El problema se ha ido enredando y no se vislumbra una salida pronta, ni sencilla ni indolora.

Quizá el efecto secundario más profundo del conflicto magisterial no sea, con todo, el hartazgo ciudadano y la erosión de la aceptación pública hacia el presidente, sino el timing: esto es, el conflicto magisterial contaminó el proceso de reformas y acumuló una presión importante. Las reformas más duras, la energética y la hacendaria, que resultan altamente polarizantes, coincidirán con las manifestaciones callejeras que tienen por objeto tensar la cuerda: extender el conflicto. La oposición a la reforma energética aglutinará a la totalidad de las izquierdas y los grupos nacionalistas; a la hacendaria, a las clases medias y a los grupos empresariales.

Pero el entorno es aún más complejo. Tres temas que han impactado de frente a la gestión presidencial. Primero,  una desaceleración económica, proveniente básicamente de una debilidad de la demanda externa y un fortalecimiento del peso que frenaron las exportaciones.  Segundo, una contingencia ambiental que afectó a gran parte del territorio nacional, desarticuló el mayor polo de turismo interno y devastó el patrimonio de miles de mexicanos. Tercero, una confrontación política en Estados Unidos que manda señales muy negativas a los mercados.

¿Tormenta perfecta? Quizá. Tormento ideal, seguro.

Lo inesperado suele descarrilar la política. Se planea para lo previsible. Los imponderables, en ocasiones, frustran los mejores proyectos y las intenciones más nobles. El escenario es cada vez más complejo para el país. El cuadrante de gobernabilidad se complica. La presión coyuntural sobre la economía incrementa su peso. Habrá que ver si hay, aún, liebres en la chistera presidencial. Si hay que renovar carteras que no parecen estar a la altura de los desafíos. O si, fatalmente, llegó el momento de renunciar a algunas ambiciones gracias al peso de la adversidad.

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