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CORREGIR

Fernando Vázquez Rigada

 

 

En sus primeras elecciones intermedias, Barack Obama fue aplastado en las urnas por una belicosa maquinaria política republicana. Esa misma noche, el presidente salió a medios. Dijo, sin paliativos:

 

-Recibimos una paliza.

 

Entendió el mensaje y el tiempo: aún podía corregir. Lo hizo.

 

El hombre de estado, decía Lázaro Cárdenas, debe tener la sensibilidad en las yemas de los dedos. La realidad no se interpreta ni se lee: se siente.

 

México puede aún corregir el rumbo de un viaje con fin seguro: el abismo.

 

La economía está detenida y en proceso de contracción. Lo está producto de errores internos. Está enferma de desconfianza, de ausencia de leyes, de terquedad. La ola de aumento de salarios se pierde en el mar embravecido de la destrucción de empleo, del desplome de inversión, de la caída del consumo.

 

El entorno internacional golpeará por todas partes hacia fin de año: la desaceleración global tumbará los precios del petróleo y reducirá las exportaciones. Las calificadoras, más temprano que tarde, bajarán la calificación de Pemex y, por tanto, del país.

 

Así, el modelo económico del gobierno será insostenible. Ya desde hoy gasta más de lo que ingresa. Mañana no podrá hacerlo, a menos que se meta en la espiral sin fin del endeudamiento.

 

La falta de empleo nutrirá la crisis de inseguridad. A los homicidios, a las cifras vergonzosas de feminicidios, a la tentación desesperada de pactar con criminales, se sumará la explosión de delitos patrimoniales y acelerará la tasa de secuestros.

 

Todo esto, hoy, es difícil de detener. Pero puede aminorarse.

 

¿Cómo? Con altura de miras. ¿Con qué? Con política.

 

Corregir es asunto de estadistas, a los que preocupa el porvenir. Aceptar la equivocación y recular es mejor que insistir en los datos propios. Nada más peligroso que gobernar con base en actos de fe.

 

Lanzar señales positivas a los mercados es cuestión de talento y de determinación. Posponer el tren Maya o Santa Lucía. Pactar la inyección de recursos de los tres niveles de gobierno a inversión de infraestructura. Multiplicarlos con alianzas privadas y sociales. Confeccionar un presupuesto volcado al crecimiento y no a las clientelas. Presentar una ley de ingresos que estimule la recaudación y redistribuya de manera ordenada la riqueza.

 

Pero todo eso se potencia con política. Viene una fecha insuperable: el 1er informe. Ahí se podrían reafirmar los principios pero emprender la autocrítica. Meter al taller a un gabinete que está oxidado. Convocar a la unidad nacional y a la concordia.

 

Eso y no otra cosa, es lo que la República espera.

 

SI el ejecutivo apuesta a la permanencia de su popularidad, en breve verá lo efímera que es.

 

Si, por el contrario, apuesta a apelar a lo mejor de la sociedad para cerrar filas y emprender los retos con señales claras reconciliación, generará una atmósfera de unidad que ampliará los márgenes de gobernabilidad y confianza.

 

Comprobará que pocos siguen la filosofía del entonces senador del PRI Manuel Bartlett quien, con Fox, acuñó la idea de que para que le vaya bien a México le tiene que ir mal al presidente.

 

Si el presidente corrige, no será así.

 

Veremos. El peor enemigo del actual mandatario es, siempre ha sido, uno.

 

El espejo.

 

@fvazquezrig

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