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Corte de Caja

14/05/2012

El tiempo es el recurso natural no renovable más valioso que tenemos los seres humanos. El tiempo que se va, no vuelve nunca. Eso es cierto para cualquier ámbito de la vida. Pero en una campaña el tiempo es un recurso central.

Esta semana llegaremos a la mitad de las campañas electorales. Tendrá que haber un corte de caja y comenzarán a perfilarse tendencias y escenarios claros.
Lo primero que salta a la vista es que poco se ha modificado con respecto al posible resultado de la contienda. Si hoy fuera la elección, Enrique Peña Nieto sería presidente por los (casi) mismos veinte puntos que registraba hace mes y medio.

La novedad, en cambio, como anticipamos en su momento, es que hay una disputa férrea por el segundo lugar. Andrés Manuel López Obrador parece perfilarse como el candidato que desplazará al PAN a un tercer lugar. Mientras esto ocurre (o no) el tiempo se consume y remontar la brecha que los separa del primer sitio se complica.

Enrique Peña Nieto prácticamente no ha cometido errores en su campaña. La producción de sus mensajes ha sido impecable. Tiene una estrategia clara y definida. Ha sido un candidato ordenado y disciplinado. Quizá el único yerro cometido fue el evento en la Ibero, en donde los jóvenes le mostraron su rechazo a voz en cuello. El equipo de campaña lo sacó del ambiente controlado y pagó los costos. Con todo, es importante que los políticos recuerden que la libertad de expresión existe y que siempre habrá reproches. La unanimidad es peligrosa. La ovación ensordece. El político, frecuentemente, muere más de amor que de ataque. Una dosis de desengaño, cura.

Josefina Vázquez Mota sigue sin encontrar el rumbo de una campaña que no conecta con el público. La candidata lleva tres cambios de imagen en 40 días. Ha dado golpes de timón. Ha buscado nuevos operadores. Ha migrado de mensajes. Ha cambiado de camión, de apodo, de spots. Nada funciona. Perdió el debate, según la mayoría de los sondeos, con excepción del de Reforma. Vázquez Mota está atrapada en el siguiente dilema: no puede ganar con Calderón, pero tampoco puede ganar sin él. Quadri le come el flanco derecho de sus seguidores blandos. Las fracturas internas le cuartean el voto duro.

Andrés Manuel López Obrador desechó ya el amor y volvió al viejo luchador callejero. Su actuación en el debate revela que, en el fondo, el líder de la izquierda sabe que no triunfará. Su lenguaje y mensaje se dirigió a su voto duro, cuando los debates son el medio por excelencia para cautivar indecisos. Ahora ataca más. Vuelve a utilizar la ironía. Placea a sus seguidores más reconocidos. Pero tiene un problema: no ha logrado desplazar a Josefina Vázquez Mota. Su viejo discurso ya se conoce y no es creíble. Regresa al fango de los negativos que lo ahogaban. Su actuación en el debate anunció su claudicación electoral para enfilarse, otra vez, a la lucha poselectoral.

Cada vez más, esta elección perfila un escenario similar al del Estado de México. De no ocurrir algo que cimbre y hacerlo pronto, por primera vez desde 1994 veremos una elección con un puntero claro y dos opositores en el fondo. Las izquierdas y el PAN canibalizan sus votos. Consumen tiempo. Se distraen del primer lugar. De no modificarse, la gran pregunta final no será ya si Peña ganará o no, sino si logrará arrastrar con su triunfo una mayoría en el Congreso; otra vez, algo que no se ve desde 1994.

No se registra potencia suficiente en los opositores de Peña para desbarrancarlo con las estrategias actuales. El ataque no ha funcionado. El amor, tampoco. La realidad, que se mueve entre la decepción y la desconfianza, apuntala al primer lugar. Mientras, el calendario adelgaza. Se agota el tiempo. Llegó el tiempo de un corte de caja, para descubrir que está vacía.

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