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El espejo

01/07/2007
Los medios son, o deberían ser, espejos de la realidad. Su surgimiento contemporáneo data del siglo XVIII, cuando se comenzaron a editar publicaciones prohibidas, pero de tiraje determinado y de aparición periódica, en la Europa absolutista. La prensa escrita catapulta los movimientos sociales que comenzarían a erosionar el duro piso en que se asentaban los tronos europeos.

Los medios fueron, en esa medida, un motor del cambio. Revisar el contenido de los panfletos editados en la Francia de Luis XVI es entender la génesis de la primera gran revolución social. En ellos se critica con acidez el incremento de impuestos para financiar la independencia norteamericana, se lamenta la escasez, se cuestiona la eficiencia del rey y, sobre todo, se ataca a la reina, María Antonieta, por su origen austriaco. Es esta prensa incipiente la que se anticipa a la famosa declaración de los Estados Generales:

-El tercer Estado lo es todo; no es nada, y quiere ser algo.

Ni dudarlo: los medios surgieron para ser motores del cambio. Por lo mismo, el afán de los gobernantes, desde entonces, ha sido callar el eco de los medios, censurarlos, seducirlos o comprarlos. Pero hoy los medios han dejado de impulsar hacia delante la ola de la historia. Sus aguas están detenidas y, en ocasiones, se teme que comiencen a retroceder.

La actual denominación -medios- surgió porque la prensa, la radio y la televisión eran un puente entre dos discursos: el de la sociedad y el del poder. Igual que los partidos, el cuarto poder es una institución intermedia que surge para conectar dos mundos muchas veces distantes. El poder, en ocasiones, es ciego y es sordo. La sociedad, asimismo, no siempre entiende los sutiles mensajes del poder. Además, algo se esconde bajo las apariencias: para ello existe el periodismo de investigación, primero, y el de revelación, después. Hay asuntos que es conveniente ventilar, conocer, discutir. Los medios han sido, en ese sentido, un espacio oxigenante para el desarrollo democrático. En la medida en que la oscuridad del poder -político, económico, social- desaparezca o disminuya, la sociedad podrá ampliar su control sobre los asuntos de interés público. La ilustración o el oscurantismo: tal es el dilema.

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