04/06/2012
El extraño retorno de Andrés Manuel López Obrador deja varias lecciones.
La primera: en política nadie muere hasta que se muere. El verdadero político tiene la capacidad de reinventarse, de apelar al olvido, de repetir ad nauseam de que, si él es malo, hay peores. Se puede, incluso, pasar del discurso del odio al del amor. Por eso López Obrador está en segundo lugar.
Segunda: En las campañas gana aquel que comete menos errores y él casi no ha cometido. Las opiniones negativas con respecto a él se han ido reduciendo, pero aún son altas. Eso será determinante en el futuro.
Tercera lección: nadie sabe para quién trabaja. El crecimiento del peje (+4) no ha sido tanto producto de una campaña excepcional sino de la caída de Josefina Vázquez Mota. Peña ha perdido cerca de cinco puntos, resultado del ataque sistemático del PAN en spots. Pero eso no ha beneficiado a Vázquez Mota, cuya imagen se deteriora, sino a López Obrador.
Cuarta lección: Sólo hay algo más poderoso que el voto en favor del PRI: el voto anti PRI. El viejo partido tricolor gobierna 20 estados y posee un temible voto duro. Tiene un candidato de imagen excepcional. Pero hay un problema: hay más ciudadanos que están dispuestos a rechazar al PRI que a aceptarlo. La única forma de derrotar al PRI es desfondarlo (algo que no sucederá) o aglutinar a los votos que se le oponen. Y ahí es en donde puede estar el techo del crecimiento del líder de las izquierdas.
Su vieja retórica anti pan requerirá de muchos de aquellos a los que antes ha ofendido. AMLO no puede ganar sin las clases medias, a las que en su era de jefe de gobierno despreció como pirruris. El discurso del amor no logró bajar de 20 puntos de opiniones negativas. El impulso de López Obrador puede servirle para ubicarse sólidamente en el segundo lugar, pero quizá será insuficiente para remontar una ventaja de 16.2 puntos que aún le saca Peña Nieto. 16 puntos son, simplemente, muchos puntos. Casi 9 millones de votos, si consideramos un 30% de abstención.
Si sus reflejos le alcanzan para cerrar más la brecha y hundir sólidamente al PAN, López Obrador debería entender que ubicarse en segundo lugar fue un gran triunfo. Temo que no lo hará. El signo de su vida política ha sido construir grandes victorias, para proceder de inmediato a destruirlas.