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La Política Adicta
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El Reino del Miedo

06/08/2012
George Friedmann, el presidente y Director de Stratfor, ha descrito con precisión por qué el tráfico de drogas no cesa entre México y Estados Unidos: porque conviene a ambos países. Estados Unidos tiene en su población un problema de adicción. México es adicto al dinero que produce el narco. El negocio no va a terminar porque no conviene a nadie.

Por ello, la lucha de Felipe Calderón tuvo que ver mucho con política y poco con seguridad. El planteamiento fue generar legitimidad, primero, y una marca-gobierno, después. Pero al final, la violencia desfondó al gobierno del PAN. Las encuestas de salida de la elección presidencial revelan que el voto masivo en contra del PAN se impulsó desde el rechazo a la violencia.

El reto para el PRI es, así, mayúsculo: tiene que acabar con la inseguridad sin terminar con un negocio. Por ello, las coordenadas del combate al crimen pasan por controlar al crimen, primero, y disminuir sus efectos, después.

Seamos claros: en todos los países del mundo hay crimen organizado y en todos hay reglas no escritas. Tras el asesinato en México de su agente Jaime Zapata, EU detuvo a 350 zetas en una semana. Había en la operación un mensaje de estado: las bandas criminales violaron una regla y pagaron el precio. En días, la autoridad retiró de las calles a centenares de maleantes: sabían dónde estaban y cómo operaban.

Lo mismo sucedía en México durante años. Cuando esto ya no fue posible, el tumor canceroso se hizo metástasis. Por eso, poner en orden al crimen no implica pactar con él, sino imponerle reglas.

La primera tarea es reducir la violencia. Por eso, el Estado debe enfocarse en reducir al menos tres delitos el homicidio, secuestro, y la extorsión. Esos son los delitos que más afectan a la sociedad.

Pero además, el Estado tendrá que enfrentar con habilidad la reducción de la percepción de violencia. No basta reducir la violencia: es necesario que la gente lo perciba. No podemos continuar con una agenda de seguridad que no plantee más inteligencia, más combate financiero, más tecnología y una restitución de la fuerza del estado en la prevención, la persecución y la readaptación. Sin esos elementos, el mayor incentivo para ser delincuente permanecerá: la impunidad.

El PRI prometió terminar con el reino del miedo que inunda al país. La oferta lo volvió a meter en Los Pinos. Los mexicanos creen que el PRI puede ser corrupto pero eficiente. Hábil aunque no siempre en el marco de la ley. Que posee ambición y sentido de estado. Que entiende el poder y sabe usarlo. Llegó el momento de probarlo.

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