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LA LARGA NOCHE DE LÓPEZ OBRADOR

Fernando Vázquez Rigada

 

 

Andrés Manuel López Obrador y su gobierno van en caída libre.

 

Culiacán es una herida que no cierra.

 

Lo es por dos motivos. Primero: es la prueba descarnada de su incompetencia y el quiebre de su estrategia de seguridad.

 

Segundo, eligieron el peor camino para enfrentar el escándalo: mentir.

 

Ahora nos dicen que el precio de aplicar la ley es más alto que el de convivir diariamente con el crimen. No hay mayor síntesis de ineptitud y de renuncia.

 

El presidente y los suyos dicen tener la conciencia tranquila por la situación de Culiacán. Así lo dejaran. Los cientos de hombres armados que vimos, cometiendo delitos, matando, secuestrando, quedan impunes. Se evitó la matanza el 17. El 18 Sinaloa vuelve al reino del horror.

 

Eso se replica en todo el país.

 

Pero además, Sinaloa prueba que la estrategia es hueca. La apuesta es remediar los orígenes del crimen a través de programas sociales.

 

En Sinaloa, María Luisa Albores anunció con bombo y platillo que 90% de quienes sembraban enervantes se adhirieron al programa Sembrando Vida. Para abrir boca, 10 mil beneficiarios.

 

También en Sinaloa se adjudicaron más de 60 mil becas para el bienestar. Se dieron 4,251 créditos a la palabra en tandas. 3, 900 jóvenes entraron al programa Construyendo Futuro.

 

El día 17, el cártel ofreció 40 mil pesos a cada persona que se sumara a la insurrección contra el estado. Montaron un ejército.

 

Los programas sociales y los incentivos para alejarse del hampa fueron tirados a la basura.

 

Al mismo tiempo Sinaloa, en estos 11 meses desastrosos, ha perdido 3,209 empleos. En los dos primeros trimestres del año su economía se contrajo 2.7%.

 

La primera parte de la mal llamada estrategia, repartir apoyos sin tener crecimiento económico, resultó un absoluto fiasco.

 

El segundo componente fue alejarse de la política de aplicación de la ley para conciliar con el narco para que, en un acto de buena voluntad, sus miembros se reintegren a la sociedad.

 

El llamado a las mamacitas, el fuchi-guacalá, la invitación a portarse bien suenan hoy a ofensa: una banalización criminal ante el horror que viven los hogares mexicanos.

 

Más allá de la frivolidad de las frases, están los dos hechos precisos y reveladores: López Obrador propuso una amnistía a narcomenudistas y declaró que no iría por cabezas del crimen.

Hoy sabemos que López Obrador iba a cumplir su promesa: no detener a ningún capo. Sólo así puede entenderse que no exista aquí orden de aprehensión después de que cancillería, la fiscalía y el gabinete de seguridad conocieron la solicitud de extradición.

 

La promesa de no intentar detener a los líderes del crimen organizado tuvo que ser rota por presión de Estados Unidos.

 

El presidente quedó atrapado así en una pinza: su acuerdo de someterse a Trump y su promesa de no enfrentar a la cúpula de la mafia.

 

Quizá cumplió con ambos y eso explique mucho.

 

Los extraños mensajes del poder a las estructuras criminales abren ahora un velo de sospecha, una duda perturbadora.

 

Acaso por ello el gobierno procedió a armar una gran campaña de encubrimiento.

 

Digámoslo claro: instalado en la soberbia, el presidente pretendió vender como un gran triunfo un fracaso de antología. Imposible: Napoleón festinando Waterloo.

 

La mesura dictaba una explicación sensata, creíble y empática de porqué se falló.

 

Pero aquí no hay cabida para la reflexión y menos para la autocrítica. Por eso la herida no cierra.

 

Tras 6 versiones, llegamos a la narrativa de hoy: nadie supo nada.

 

Absolutamente inverosímil.

 

Todo lo ocurrido después está montado para ocultar una violación sistemática de la ley que, al tiempo, traerá consecuencias legales para todos los que decidieron liberar al hijo de Guzmán, permitirle hablar con su hermano, filtrar información, revelar nombres de los mandos operativos, no abrir el 18 una avalancha de carpetas de investigación.

 

El colmo: se investiga a los operativos militares, pero no hay ni una palabra de las consecuencias contra cientos de vándalos que aterrorizaron y aterrorizan, Culiacán.

 

Hay una gran cadena de encubrimiento.

 

El culiacanazo sigue, con ondas expansivas duraderas. La confianza en el gobierno se cae. López Obrador queda atrapado en una red de complicidades. La economía se desploma por desconfianza y por la palpable ausencia de estado de derecho. Nadie quiere invertir en un lugar sin ley.

 

En eso nos hemos convertido.

 

@fvazquezrig

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