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SOLOS

Fernando Vázquez Rigada

 

 

Alvaro Obregón afirmaba que en política solo se comete un error: todos los demás son consecuencias.

 

El actual aislamiento de México fue un error, motivado por ideología e ignorancia, cuyas consecuencias nos golpean hoy.

 

La premisa de la política exterior de la 4T es que la política exterior no existe: sólo la interior.

 

Pues no. Ahora parece exactamente al revés: el Canciller habilitado como ministro del interior.

 

La premisa se basaba en ideología: la soberanía lo puede todo. Adentro de sus fronteras, cada quien hace lo que quiere.

 

Pero se basaba, también, en ignorancia: en las limitaciones para entender la complejidad de un mundo interconectado y cambiante.

 

La mayor crisis del sexenio provino de una doble pinza externa: por un lado, de una embestida directa de Trump contra el país: en la sien la pistola económica condicionando, en los hechos, nuestra política interna.

 

La otra vertiente de la pinza fue el éxodo de migrantes provenientes de Centroamérica, particularmente de Honduras. Impedir la llegada de ese tsunami humano a la frontera sur no depende de nosotros.

 

La crisis halló a México sin cartas para negociar nada. Peor: también lo encontró sin aliados.

 

Canadá ni siquiera se menciona: ni como socio ni como aliado.

 

El presidente nos alejó de la Unión Europea, adversaria de Trump. Nos confrontamos con España en un alegato insensato de disculpas por hechos de hace 4 siglos. Polonia, la República Checa y Eslovaquia fueron invadidas por Alemania hace 80 años y hoy forman parte de la Unión Europea que lidera ese país. En la UE progresan y se protegen de Rusia.

 

Nuestra esfera de influencia natural también la perdimos: América Latina. Perdimos el liderazgo a cambio de apoyar a Maduro. Acudir con Trump a la intervención de nuestros nuevos aliados -Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia- sería más bien un suicidio.

 

A Davos mandaron a una subsecretaria. Al G-20 no irá el Jefe de Estado. Los lazos con el bloque asiático son ya tardíos.

 

Bismarck fue el creador de la realpolitik: la política exterior basada en realidades y en intereses.

 

México la jugó mucho tiempo, envuelta en un manto retórico de doctrinas. Eso nos permitió equilibrar el tablero con Estados Unidos, expropiar el petróleo, proteger a Judíos en la Segunda Guerra Mundial, apoyar a la revolución cubana, impulsar el Tratado de Tlatelolco, formar el Grupo Contadora y firmar el Tratado de Libre Comercio.

 

Para lograrlo, claro, se requería comprender el mundo y tener claridad de objetivos.

 

Sobre todo tener la convicción de que el aislamiento, con una vecindad como la nuestra, es jugar a repetir la excepción de David contra Goliat.

 

Y eso solo se da en la Biblia.

 

@fvazquezrig

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