articulos 2016

Por Fernando Vázquez Rigada

 

Una de las víctimas principales del proceso electoral es el estado laico.

Como nunca antes, la iglesia católica se involucró de manera abierta e insolente en las elecciones, afectando con ello la legalidad del proceso y violando con arrogancia retadora el artículo 130 constitucional.

So pretexto de la iniciativa presidencial para permitir los matrimonios igualitarios, que abrirían la puerta a la adopción por parejas del mismo sexo, la iglesia se lanzó a hacer proselitismo electoral. Lo hizo, como consigna la prensa nacional, en estados muy identificados como Aguascalientes, Veracruz, Sinaloa, Hidalgo, Tlaxcala y Chihuahua. También en Puebla.

En Veracruz, la iglesia fue más allá: convocó a marchas para favorecer una reforma constitucional retrógrada y conservadora, aprovechando el absoluto vacío de poder que impera en la entidad. Con pasmosa desfachatez, publicó un exhorto al voto en favor de aquellos que garantizaran su visión para limitar las libertades personales, vitales, de decisión sobre el cuerpo y la existencia.

En el fondo, el teflón ideológico de la iglesia es contra la libertad personal y el derecho humano a definir el camino a la felicidad y la autodeterminación.

Con su postura, el clero trata de impedir que en el país se instaure el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, desafía a la Suprema Corte, promueve la criminalización de las mujeres que opten por suspender el embarazo, borra la posibilidad de establecer figuras como el testamento vital, la muerte asistida, la legalización de formas diferentes de amar y convivir, entre muchos derechos de vanguardia a la que aspiran millones de mexicanos.

El problema no es la postura obtusa de la iglesia. Al contrario, habría que aplaudirle su congruencia, pues el oscurantismo ha sido el signo histórico de esa institución. No. El problema es que su postura es ilegal.

La Constitución prohibe expresamente al clero involucrarse en temas políticos. No solo es una cuestión legal: es un tema político y es un tema histórico.

Político: como bien ha definido Fernando Savater, la democracia o es laica o deja de ser democracia. La afirmación es doblemente cierta en países como México, que poseen niveles educativos endebles y cuyas raíces religiosas son profundas y podrían impedir el ejercicio de un voto libre.

Histórico: la iglesia católica en México está profundamente ligada a la conquista y a la privación de libertades de los mexicanos. La religión en México no se implantó bajo el signo del amor sino el de la espada. La iglesia juzgó y mató a los insurgentes, a través de la inquisición. Pactó en La Profesa. Incendió al país oponiéndose a la Reforma. Aplaudió la supresión de la soberanía recibiendo con Te Deums a Maximiliano. Financió el golpe de estado contra Madero y bendijo, por tanto, no solo su muerte: también el de la segunda democracia mexicana. Luego, levantó al pueblo en contra de la revolución en la Guerra Cristera, que solo terminó cuando asesinaron al presidente electo Álvaro Obregón con financiamiento de la iglesia. Dos magnicidios en dos décadas: no está mal para la institución que proclama el amor, la tolerancia, el respeto al otro y el derecho superior a la vida como norma de conducta.

Contra la resistencia, mexicanos de altísima estatura se han enfrentado y han vencido. Una y otra vez. Son los Mora, los Juárez, los Lerdo, los Reyes Heroles, por nombrar solo algunos.

Lo que ocurre con la iglesia en México es muy consternante. De nada sirvió el regaño del Papa Francisco. Sus exhortos públicos. Su visión de altura y vanguardia. Su denuncia del reino del chisme, la intriga palaciega y el oropel que asfixia a la iglesia mexicana. Su condena a la pederastia. Al abuso sexual.

La iglesia desata su discurso de intolerancia contra minorías justo cuando proliferan los crímenes de odio, de Guadalajara a Chiapas y de Michoacán al bar Madame en Veracruz.

Lo hace por una razón doblemente coincidente: no hay autoridad.

No la hay dentro de la iglesia. La rebelión de la cúpula más deshonesta contra el Papa es el signo del deterioro. Pero por fuera, se advierte el vacío de la autoridad del Gobierno de la República.

Vacío que alerta. Preocupa. Deprime.

 

@fvazquezrig

junio 13, 2016

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