LAS CONSECUENCIAS POLITICAS DE LA CRISIS

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LAS CONSECUENCIAS POLITICAS DE LA CRISIS

01/02/2009

La escasez vota. El hambre sufraga. El desempleo moviliza. México llegará a los comicios intermedios de este año sumido en la peor crisis de los últimos trece años. Los nuevos pronósticos mueven a alarma. Caída del PIB en hasta 1.8%, pérdida de 350 mil empleos, contracción de la actividad industrial, insolvencia de las grandes empresas, como Vitro.

Resulta indudable que la ola de despidos, de incertidumbre económica, tendrá un efecto directo sobre el comportamiento de los electores. El sufragio es, particularmente en segmentos determinados, un acto reflejo: responde a sentimientos, a emociones. Se trata, pues, de un acto sentimental, no racional.
Por eso, la crisis que estamos viviendo tendrá efectos mayúsculos sobre el desarrollo electoral de julio próximo. Existe evidencia del castigo masivo de electores a los gobiernos que han tenido que enfrentar o que han desencadenado tiempos de desventura económica.

En 1987 se produjo la bancarrota nacional a través de una combinación de factores que terminó en el quiebre de la Bolsa Mexicana de Valores. El peso se derrumbó y fue necesario articular un pacto de estabilidad al año siguiente para contener la espiral inflacionaria que rebasó los 59 puntos porcentuales. El país llegó a la elección presidencial de 1988 sumergido en un torbellino de malestar y penuria. El resultado fue que grandes sectores de la sociedad se movilizaron a favor de Cuauhtémoc Cárdenas. El efecto de esa votación motivó una reacción del gobierno que hizo callar al sistema.

Seis años después estallaría la peor crisis económica de la historia nacional. El llamado error de diciembre hizo que se perdieran un millón de empleos tras el cierre masivo de empresas, que el peso se devaluara más de 100% y que el PIB se contrajera 6%: una verdadera catástrofe. La magnitud del desastre fue tal que 2 años después, en 1997, aún quedaba en los mexicanos el malestar de la quiebra. El resultado fue que, por primera vez, el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados. Un amplio frente de izquierda, por un lado, y una alianza con el PAN gracias al talento político de Porfirio Muñoz Ledo, por otra, arrebató el control de la Cámara al viejo partido de la revolución.

En septiembre 11 del año 2001, Estados Unidos fue atacado por una banda terrorista. Los efectos del ataque fueron multidimensionales, pero en el ámbito económico precipitaron el estallido de una recesión. La primera recesión de la era Bush tuvo una duración de algo más de 9 meses, pero fue suficiente para afectar de manera frontal a nuestro país. Fox y el PAN enfrentaron los comicios intermedios en medio de sus efectos. La economía se contrajo .6%. El resultado fue que se produjo un repunte del PRI que le arrebató al presidente con botas la posibilidad de hacer que se aprobaran sus reformas estructurales.
La evidencia está allí: las crisis generan un voto de castigo contra quien ejerce el poder. El PAN ha visualizado ya con claridad los riesgos y apuesta a una estrategia de tres vertientes para salvar el naufragio.

La estrategia se monta sobre dos pilares: la utilización de mecanismos autoritarios para definir sus asuntos internos y dinero, mucho dinero.

Las vertientes arrancan con la reserva que hizo Germán Martínez de nominar a 196 candidatos desde el CEN del PAN. Se trata de nominaciones directas, un eufemismo bien montado para evitar llamarle al método por su nombre: dedazo. Como la negociación y la actividad política de altura no es el fuerte del presidente del PAN, sus decisiones y su estilo para aplicarlas le han generado problemas internos con corrientes tradicionalistas de ese instituto político. La dupla Calderón-Martínez desea que la bancada panista en la próxima legislatura sustituya a los resabios foxistas que se mantienen hoy en la Cámara baja. Calderón pues, no sólo quiere asegurar el mayor número de diputados posible. Los quiere incondicionales.

La segunda vertiente es el lanzamiento de una poderosa campaña de publicidad de grandes dimensiones. Bajo el slogan de Acción Responsable, el PAN trata de convencer a los mexicanos de que lo que vivimos y padecemos es producto de nuestra imaginación. Cientos de espectaculares inundan las calles de todo el país con este mensaje, que comenzará ya, a partir de hoy, a ser respaldado por spots de televisión. Pero la campaña de comunicación está diseñada para hacer sinergia con la publicidad oficial de Vivir Mejor. Es decir: vivimos mejor por la acción responsable del gobierno del PAN. Por eso fue un yerro mayúsculo del IFE permitir que ese partido incluyera al seguro popular en su campaña de logros. A todas luces, el abuso de los recursos públicos en campañas oficiales es una bofetada a una sociedad en crisis. Lo es mucho más, sin embargo, cuando su diseño orienta a influenciar el voto, eliminando la equidad en la contienda.
La tercera vertiente de la estrategia panista es la utilización masiva de recursos públicos, particularmente de programas sociales, para fines electorales. La explotación electoral de la pobreza es un síntoma inequívoco de la descomposición política del país y de la ausencia de ética del partido en el gobierno federal.
Aún con todos estos elementos, la prospectiva indica que el derrumbe del PAN aparenta ser inminente. El incremento indiscriminado en tarifas fijadas por el sector público, la incapacidad para frenar abusos de los bancos por ser aliados de Calderón, el baño de sangre que inunda a la República, la carestía en los productos de primera necesidad, la corrupción que florece en la administración federal y el desempleo que desnuda la incapacidad del presidente del empleo son los ingredientes en donde se cocina un gran fracaso electoral que ya apunta en el horizonte.

Los resultados previsibles indican que el gran beneficiario de esta descomposición será el PRI, quien logrará integrar la bancada más numerosa en la próxima legislatura. Su crecimiento será mayúsculo, quizá duplicando el tamaño de su bancada actual, de 106 legisladores. Este crecimiento se nutrirá del derrumbe del PAN pero también de la vuelta del PRD a su voto duro de alrededor del 17% de los electores.

El mensaje, a fin de cuentas, será: no hay comunicación ni dinero que puedan suplir el poder de la terrible, testaruda realidad

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