EL PARAESTADO
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AUTISMO

26/07/2009

Pobre del país. Triste momento mexicano en donde parece que el presente está extraviado y el futuro se aleja. Bajo una conducción autista, la esperanza se desvanece.
La política aparece como un cascarón vacío. El deterioro institucional es grave y peligroso. Se ha acelerado por un afán de polarizar, de sembrar la discordia, de llevar a la vida pública a las coordenadas de la confrontación.
La palabra de la mesura ha sido sustituida por el epíteto estridente. Un gobernante que habla mucho termina, a menudo, por no decir nada. El afán de ocupar los titulares diarios, a toda hora, para cualquier cosa, termina por no ser visto ni atendido. Un gobernante que sólo tiene un tema corre el riesgo de parecer ajeno a la realidad que es, por definición, multifacética, compleja, cambiante.
Triste momento mexicano. Dice Eliseo Alberto que la ovación es peligrosa porque ensordece. También el monólogo es sordo. Por ello, parece que la ideología, el envanecimiento, aleja la posibilidad de escuchar, de leer los dictados de las urnas. México votó por cambiar, lo que ha generado no una rectificación, sino que el gobierno afiance inexplicablemente el rumbo que lo llevó al desastre.
Ahora, la declaración oficial consiste en retar al hampa, en hacer invitaciones a derramar más sangre, a realizar llamamientos al terror y a la barbarie. El camino que se ha tomado es lamentable: a este paso, vamos a terminar siendo el retrato fiel de lo que combatimos.
El presidente ha convocado a su partido a partirse. No hay reflexión posible sobre lo que ha sucedido porque lo que importa no es hacer una pausa, sino acelerar el paso: así sea hacia el precipicio. La lectura del desastre electoral concluyó con la exhibición de la cabeza sangrante de Germán Martínez. Él fue el único culpable y no la ceguera, la terquedad, la novatez, la pobreza que corroe a millones, el desempleo que estremece y la sequía monetaria que asfixia.
El mejor camino posible ante el derrumbe es volver a repetir la receta: más combate al crimen, más imposición, más cerrazón. Que venga otro experto electoral, César Nava, aunque él haya sido el coordinador de estrategia de la campaña que condujo a Calderón al desastre. Cuando termine su cruzada dentro del PAN, tras la victoria de Pirro, el presidente se dará cuenta que estará más solo, más aislado y más lisiado políticamente que nunca.
Mientras tanto, el país se desliza hacia la confrontación social. Seis millones de mexicanos se han sumado a la pobreza en el sexenio del empleo. Las cifras no miden aún los efectos de este año, que incuba la peor crisis de la historia. De ser así, lo que vendrá será un cataclismo. En 1995, una caída del 6% del PIB condujo a 20 millones de mexicanos a la miseria. Ahora se estima una caída de entre el 7 y el 8%.
No habrá, en 2010, policías, toletes, cárceles suficientes para frenar la ola de crimen que vendrá ni las manifestaciones de desespero de millones. No se entiende, pero hay una vertiente de la delincuencia que, quizá, tenga que ver con el hambre.
El secretario a cargo de los programas sociales ha declarado que va a revisar lo que falló en el programa estrella que suena, ya, a burla: Vivir Mejor. Lo hará junto con el director del IMSS que no ha atinado a sancionar la muerte lamentable de 48 niños.
Las políticas públicas se han convertido en un perverso juego partidario. La megaobra del sexenio perdido –una nueva refinería- se ha puesto a subasta. No es la técnica, el mercado, el suministro de materias primas lo que definan la nueva ubicación. Es el color del gobierno del estado donde se asiente, como si hubiera mexicanos rojos, azules, verdes o amarillos. Llegamos así a la política de la xenofobia: sólo aquellos que tengan mi color tendrán inversión, equidad, atención.
Querer democratizar lo que es una decisión de estado es, casi, un crimen. Politizar el proceso en este momento, para recordar a José Fouché, no es sólo un crimen: es una estupidez.
Triste momento mexicano. Tan vano, tan corrupto. Triste nave mexicana, sin rumbo, sin timón. Triste paradoja de nuestro tiempo: el presidente cree que salvó a la humanidad de la influenza y no se da cuenta que está día a día, condenando a su pueblo.

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