Fernando Vazquez Rigada

Fernando Vázquez Rigada

 

En política se muere de éxito. Eso ocurre con el actual gobierno y el morenato.

 

Los resultados electorales del 2018 fueron de tal magnitud que los turbaron. Las luminarias tienen un problema: ciegan. La altura sin medida, marea.

 

El Supremo y sus acólitos pensaron que su llegada al poder era un cambio histórico.

 

Igual que Fox, cuya agenda se agotó con su propuesta de sacar al PRI de Los Pinos, el Morenato también creyó su perorata de que su llegada inauguraba una nueva era.

 

El triunfo de Fox en el 2000 fue alternancia, no transición.

 

El de Morena, fue alternancia y regresión.

 

Aún no lo notan: pero lo intuyen: la marcha del 13N fue el principio de su fin.

 

Tan lo fue, que reaccionaron con la mayor torpeza y arrogancia. Similar, justo, a la tentativa del desafuero por Fox.

 

El gobierno se desnuda en apenas un par de semanas. Insulta. Se radicaliza. Abusa de los recursos públicos que cree de su propiedad. Coacciona a miles para llenar las plazas.

 

Pero eso no es sino un estertor. El gobierno está herido. Jóvenes, mujeres, clases medias, víctimas, enfermos, empresarios, académicos, cineastas. La lista de desencantados y ahora opositores crece por minuto.

 

No hay capacidad para la reflexión. Menos, para la corrección.

 

Una genuina reconstrucción nacional hubiera aumentado la calidad de la educación y la salud. El acceso a pensiones. Desarrollado masivamente infraestructura. Impulsado una agenda de género. Enarbolado una política ambiental. Castigado la corrupción. Profundizado el federalismo. Facilitado el acceso a la justicia.

 

Se hizo todo lo contrario.

 

País de víctimas, ahora los agravios, las incompetencias, las mentiras, los abusos, pasan factura.

 

En política nunca hay bonos. Siempre hay pagarés.

 

El desencanto es cada vez mayor y, por tanto, inocultable.

 

Terminará siendo inmanejable. Quizá, también, ingobernable.

 

Morena tuvo la oportunidad de crear un nuevo sistema. No solo no lo hizo. Hizo algo peor: restituyó lo que millones habían repudiado.

 

Más temprano que tarde, esos millones cuyos ojos se han abierto volverán a rechazar la restauración del presidencialismo imperial, autoritario y de su partido hegemónico.

 

Ahora todo es claro.

 

En política se muere de éxito. López Obrador carece ya de contacto con la realidad.

 

Terminará muy mal.

 

Ojalá no arrastre al país en su caída.

 

Depende de nosotros.

 

Somos más. Y somos mejores.

 

@fvazquezrig

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