Fernando Vazquez Rigada

Fernando Vázquez Rigada

 

 

La sociedad mexicana ha encontrado a lo largo de los años que posee en sus manos el instrumento más efectivo de cambio: el voto.

 

Su efectividad es nueva en el país, pero su uso ha sido recurrente.

 

Fue apenas en 1989 cuando el PRI perdió su primera gubernatura. De ahí, en 1997 perdió la mayoría de la Cámara de Diputados y la capital de la República.

 

Dos años después vendría la alternancia en la presidencia de la República y de ahí seguirían dos más: tres en un siglo que abrieron la puerta a tres diferentes partidos.

 

No cabe duda: la sociedad está aprendiendo a premiar o a castigar con la fuerza del voto.

 

El mosaico estatal así lo demuestra. Solamente cinco estados no han vivido alternancia: Coahuila, Estado De México, Campeche, Hidalgo y Colima.

 

Guanajuato es gobernado por el PAN desde 1991. La Ciudad de México, si bien gobernada por el PRD desde 1997 y hoy por Morena, es patrimonio de las bases de López Obrador.

 

Estados como Veracruz han sido gobernados por tres partidos en apenas tres años. Y las entidades que han sido gobernadas por más de dos fuerzas se extiende ya a casi la mitad del país.

 

La complejidad de este tiempo mexicano nos anticipa que este proceso no se detendrá.

 

El mensaje de las urnas es claro: la gente ya sabe que votando, se cambia. A veces para mal. Otras para bien, pero se cambia.

 

De ahí que uno de los factores centrales para tratar de encontrar la brújula electoral del 2021 pase por una dimensión crucial: la participación electoral.

 

No cabe duda que el partido en el poder apuesta a la utilización masiva de programas sociales para generar clientelas. Eso explica, en parte, su éxito en la capital. Pero la historia ha probado que la entrega de recursos no basta para frenar un cambio.

 

Lo entendió el PRI en el 2000 y en el 2018 y el PAN en 2012. Si la gente, harta o enojada, sale masivamente a votar, no hay forma de frenarla.

 

Hoy bajo las condiciones lamentables del país, es posible que observemos una alta participación ciudadana. Si se da, veremos una nueva conformación de los poderes públicos en todo el país por el tamaño de la elección.

 

Porque si eso se da, hay buenas razones para anticipar un voto de castigo. La pandemia no cesa. La violencia sigue desbordada. El país está en bancarrota. No hay talento político en el gobierno federal.

 

Los gobiernos locales de Morena, con la excepción de la Ciudad de México, han sido desastrosos.

 

Las tensiones usuales dentro de Morena amenazan con la fractura.

 

Las condiciones para forzar la corrección del rumbo del país están ahí. También la historia electoral reciente.

 

Falta la actitud cívica para lograrlo.

 

Y esa no depende de nadie. Solo de nosotros.

 

A votar.

 

@fvazquezrig

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