Fernando Vazquez Rigada

Fernando Vázquez Rigada

Estilos diferentes. Cunas disímbolas. Motivaciones distintas.

Pero, al final, se parecen mucho.

Trump y Amlo. Amlo y Trump. Extremos que se rozan.

Debajo de la aparente incompatibilidad comparten rasgos de similitud. De coincidencia. De acuerdo.

Ambos quieren cerrar a sus países al mundo. Piensan, idéntico, que sus sociedades han perdido con la apertura. Uno dice que fue electo para servir a los estadounidenses. El otro, que la mejor política exterior es la interior.

Por lo mismo, ninguno cree en aliados internacionales. Sus países son excepcionales. Solos pueden, aunque en los hechos todo el tiempo los dividan.

Apelan a servir, como nunca antes, a los perdedores: a los olvidados y desposeídos.

Ambos tienen una visión religiosa y, a menudo, fanática.

Conciben su llegada al poder como un momento fundacional de sus naciones.

Ambos han emprendido la más sistemática destrucción de las administraciones públicas.

Encarnan con entusiasmo la personalización del poder.

Madrugan: uno para tuitear, el otro para catequizar en las mañaneras.

Ninguno de los dos escucha a sus colaboradores. Uno los exhibe. El otro los despide. Las renuncias se acumulan en los escritorios.

Los dos dan espacios amplios de influencia a sus hij@s.

Los dos desconfían de la división de poderes. Ambos atacan al poder judicial que, argumentan, juegan contra los intereses de la gente.

Los dos desprecian la ley.

Desde sus trincheras y con sus estilos, demuelen a los medios de comunicación, a la crítica, al disenso.

Cada día encuentran enemigos: polarizan, agreden, dividen.

Coinciden en tener sólo un público objetivo para gobernar: su base de simpatizantes.

Comparten una fascinación por la era de la industralización. No creen en la ciencia ni en la investigación.

En su impulso, devastan al medio ambiente. Uno de manera explícita, el otro implícita, niegan el cambio climático.

Recelan de los sistemas de seguridad social universales. Trump cerró el Obama Care. López Obrador, el Seguro Popular.

Los dos son antiaborto y anti matrimonios igualitarios.

Al mismo tiempo, denigran a las mujeres. Uno piensa que son objetos sexuales. El otro las golpea con el mazo de la política pública: cierra las estancias infantiles, los refugios, cancela los tamices, recorta los recursos contra el cáncer de mama, cervicouterino.

Al final son aliados en la política antimigrante. Los dos los persiguen en sus países. Los dos los expulsan.

Ambos repudian a la verdad. Juegan a la posverdad, a tener sus datos. Cada vez que el conocimiento técnico les señala la mentira, dicen más o menos lo mismo: “tengo otros datos”.

Uno ya emprendió el camino a la reelección. El otro también.

Se definen diferentes: uno de izquierda o liberal, el otro de derecha. Pero los dos dicen que son anti sistema.

Se dicen diferentes, pero no lo son tanto. Los extremos se tocan.

No son lo mismo, pero son iguales.

Habrá que esperar a ver cómo termina la coincidencia. Por lo pronto viven su luna de miel que, se sabe, termina siempre pronto.

Cuestiones de física, los polos iguales terminan por repelerse.

@fvazquezrig

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